El cambio climático ha emergido como un riesgo financiero significativo, impulsando a las instituciones financieras a tomar medidas para mitigar sus efectos en la economía. Según el Banco Central Europeo (BCE), una transición acelerada hacia una economía verde es esencial para mitigar estos efectos. De no ser así, los costos asociados a los daños físicos y económicos aumentarían, lo que impactaría la capacidad de pago de los prestatarios, elevando el riesgo de impagos y las pérdidas de valor en activos clave.
Si la transición hacia una economía baja en carbono no avanza al ritmo necesario, los bancos podrían verse expuestos a mayores riesgos de crédito, ya que la rentabilidad de las empresas y el poder adquisitivo de los hogares se verían afectados. Además, los activos en sectores dependientes de combustibles fósiles podrían perder valor debido a las regulaciones para reducir las emisiones, lo que podría generar riesgos sistémicos en el sistema financiero.
En respuesta, muchas entidades están incorporando inversiones sostenibles, como los bonos verdes y proyectos que promueven prácticas responsables con el medio ambiente. Estas inversiones no solo alinean sus estrategias con los objetivos globales del Acuerdo de París, sino que también protegen sus activos de posibles riesgos regulatorios y de mercado, proporcionando mayor estabilidad en un contexto económico y climático cada vez más incierto.
El BCE subraya la importancia de un enfoque preventivo, recomendando una gestión más activa que minimice los impactos negativos en la estabilidad financiera y acelere la transición hacia un futuro bajo en carbono. Esta perspectiva proactiva es clave para salvaguardar tanto la viabilidad de las instituciones como la resiliencia del sistema financiero global en su conjunto.